viernes, 29 de septiembre de 2017

Sri Lanka, la puerta del Sur de Asia - Día 5 - Cuevas de Dambulla

Sabado 5 de Junio de 2015

Al día siguiente unos ruidos muy extaños nos despertaron a eso de las seis de la mañana. Maldiciendo a los vecinos de arriba abrimos la cortina para encontrarnos a una familia de monos tranquilamente sentados en nuestra terraza. La verdad es que nos hizo gracia y se nos pasó el enfado del madrugón. Los tíos estaban ahí con toda su pachorra, y no les importo lo más mínimo que le miráramos y les hiciéramos fotos. Ni un amago de huir.

Visita mañanera

Así que nos metimos otro buen desayuno en el hotel, y fuimos a las cuevas de Dambulla, que quedaban cerquita. La primera impresión no fué muy buena, porque el gobierno construyó un templo dorado gigante que parece una atracción de feria de cartón piedra pintada de dorado que quita cualquier tipo de encanto al conjunto.

Sin embargo, las grutas, que son las más antiguas y mejor preservadas del país, son un tesoro histórico del budismo y se esconden a la espalda del horrible templo, como queriendo huir de la horterada que les han colocado delante. Cuando el horrendo templo se caiga, las grutas y las estatuas seguirán ahí.

Templo recién sacado del chino de la esquina

Subimos unas interminables escaleras con monos merodeando por todos lados. El calor era más aguantable por ser primera hora de la mañana, pero ya se intuía lo que sería otro día tórrido. Las cuevas principales son siete y se sitúan a lo largo de una galería que se mantiene fresca durante la mañana. Multitud de estatuas y pinturas de Buda se agrupan y alinean en las cuevas mas grandes, y una atmósfera de recogimiento y oración impregna todo. Fuera, la galería se abre a una terraza con unas espléndidas vistas de la llanura central del país.

Conjunto escultórico de las cuevas

Conjunto escultórico de las cuevas

Estuvimos visitando el conjunto un par de horas, admirando las pinturas murales y las estatuas de Buda. Las cuevas datan del siglo I a.C pero casi todas las dinastías de la isla han ido aportando estatuas, pinturas o habilitando templos, desde los monarcas de Anuradhapura hasta las dinastias del siglo XVIII. Disfrutamos del fresquito de la mañana antes de bajar de nuevo las escaleras y empezar el trayecto hacia Kandy.

Adios llanura central, adios. No echaremos de menos tu calor y humedad

Ir hacia Kandy supone ir abandonando poco a poco la llanura central, núcleo histórico y religioso del país, para ir avanzando hacia las tierras altas. Estos días atrás habíamos podido contemplar la herencia religiosa y más antigua de Sri Lanka, que murió con la llegada de los poderes coloniales a la isla. En los días siguientes empezaríamos a conocer las ciudades que los portugueses, ingleses y holandeses habitaron en sus etapas aquí, principalmente huyendo del calor asfixiante del centro.

El paisaje va cambiando poco a poco y las colinas empiezan a aparecer, junto con más población musulmana e hindú en las ciudades que se van atravesando.

De camino paramos en un jardín de especias. Hoy en día nos parece mentira, pero las especias fueron la razón de la historia colonial de la isla. Los europeos del siglo XVI, ávidos de mercancias con las que hacer dinero facil encontraron un autentico paraíso en la riqueza vegetal de esta isla. Clavo, canela, cardamomo, pimientas y un sinfín más de especias que suponían una barbaridad de dinero para la época una vez llevadas a Occidente.

La visita al jardín sin embargo nos pareció prescindible. El conductor se lleva su comisión y un avispado guía te va enseñando los diferentes árboles que tienen para posteriormente pasar a la tienda y pasar también por caja. Es difícil negarse a comprar algo cuando llevan 40 minutos explicándote cosas, así que acabas cayendo. Si no se quiere comprar nada es mejor pasar de largo.

Antes de llegar a Kandy hicimos un alto en un templo hindú que vimos a la vera de la carretera. Era el primero que veíamos en el país (ya que la mayoría de la población hindú está en las provincias del Norte) y el contraste con los templos budistas es llamativo. No parecía demasiado antiguo, pero el colorido de la fachada principal y los cientos de figuras que la adornaban bien mereció la parada.

Templo hindú


Templo hindú

Cuando llegamos a Kandy el tiempo había empeorado, y unas nubes negras acechaban en el cielo. El hotel estaba muy bien, con una preciosa piscina con vistas al enorme río Mahaweli.

El bosque tropical cerraba la vista en la otra orilla y mi cabeza me llevaba una y otra vez a los tiempos en los que oficiales criados en la fría Inglaterra subieron por estos ríos y descubrieron estas tierras salvajes tan diferentes a las suyas. Decidimos hacer un poco el colono también nosotros y descansar la tarde en la piscina, tomando el sol, bañándonos y comiendo y bebiendo cervezas a placer en las tumbonas. A eso de las seis, una tremenda tromba de agua descargó sobre el hotel pero la temperatura siguió siendo buenísima, así que disfrutamos de la lluvia mientras leíamos en el porche.

Como colonos en el siglo XIX

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