domingo, 14 de mayo de 2017

Chile, día 12: La inmensidad del Perito Moreno

8 de Enero de 2016


Descansamos pocas horas ese día. Al final nos acostamos más tarde de lo planeado por nuestra aventura para conseguir gasolina y no podíamos levantarnos más tarde porque debíamos llegar temprano al Perito Moreno para poder verlo en condiciones e ir a Puerto Natales para devolver el coche. Medio dormido aún desayunamos en el hotel y enfilamos hacia el parque nacional.

La carretera que conecta El Calafate con el Parque Nacional serpentea al borde del Lago Argentino y permite observar la transición entre un paisaje estepario a uno de bosque patagónico, donde poco a poco los árboles van siendo más y más numerosos hasta llegar a conformar un denso bosque.

Entramos en el parque muy temprano, de los primeros visitantes del día sin duda alguna y eso nos permitió aparcar en el parking más cercano al glaciar y poder disfrutar del paraje sin agobios ni gentíos más propios de la puerta del Sol que de de un parque nacional.

Desde unos kilómetros antes de llegar ya se ve el glaciar. Al tomar cada curva la vista se queda enganchada en esa mancha blanca enmarcada por el azul del lago y el cielo y el verde de los bosques. Cada vez más grande, cada vez más cerca. Afortunadamente (ya que así se mantiene el primer impacto visual) llega un momento en el que la carretera se interna en el bosque y la vista del glaciar se pierde. Es el momento de aparcar el coche y caminar brevemente (el parque está adaptado a todos los públicos, en mi opinión demasiado lo que le resta autenticidad) hasta las pasarelas de madera que dan acceso al glaciar.

Al fondo se ve como el glaciar desciende desde las cumbres del Campo de hielo Sur

He de admitir que era reticente a visitar el Perito Moreno. Habíamos visto el glaciar Grey dos días antes y el camino hacia El Calafate es largo y tedioso y encima había que pasar la frontera, con los posibles problemas burocráticos que podían aparecer. Todas las dudas se disiparon cuando llegamos al pie del glaciar.

La imagen del Perito Moreno te deja impactado desde la primera vez. La inmensa pared de hielo blanco, azul y gris se cierne sobre las pasarelas de madera y cruje, chirría y truena continuamente. Cuando un trozo de hielo pequeño en comparación con la pared cae en el lago, el estruendo es ensordecedor. No tuvimos la suerte de contemplar un gran desprendimiento pero debe ser algo inolvidable.




Recorrimos la totalidad de las pasarelas durante un buen rato, haciendo fotos y grabando vídeos del ruido que hace el glaciar. Sin duda hace falta estar allí para darse cuenta de que es una masa viva de hielo que se mueve y ruge continuamente. No es una roca o un trozo de tierra, es un gran río de hielo que discurre desde su nacimiento en el Campo de Hielo Sur hasta su desembocadura en este Lago Argentino.

Cuando acabamos el recorrido nos dirigimos hacia el muelle sobre el lago argentino y cogimos el barquito que habíamos reservado previamente y que hace un recorrido por las cercanías del glaciar. Es también imprescindible, pero el hecho de haberte familiarizado con el glaciar ya antes le resta digamos... impacto. Además el barco, como es lógico iba lleno de otros turistas y no te permite disfrutar con tranquilidad del que sin duda es uno de los mayores espectáculos naturales que hemos visto.





Nos costó despedirnos del Perito Moreno, nos resistíamos a no volver a verlo mas, o al menos hasta dentro de mucho tiempo. Hoy en día, en un mundo global y en el que puedes plantarte en cualquier parte en no mucho tiempo y con relativamente poco dinero no abundan los sitios que dejen la sensación de estar viendo algo único, y éste lo es. Pero teníamos que marchar y con el tanque de combustible casi lleno de la pasada noche reemprendimos el viaje camino de Chile.

Sin mayores contratiempos y sin parar más que en una gasolinera ya cerca de la frontera, llegamos a Puerto Natales justo a tiempo para devolver el coche y coger un taxi a la estación de autobuses, donde ya nos relajamos y disfrutamos del camino a Punta Arenas atravesando la Patagonia chilena entre estancias y tierras castigadas por el atroz viento que siempre reina en esta esquina del mundo.


Nos alojamos en un B&B de una mujer muy amable cerca de la estación de autobuses. La casa estaba impecable: nueva y limpia. Punta Arenas nos dio la impresión en un principio de ciudad industrial, capital del sur de Chile hasta hace relativamente poco incomunicado del resto del país. 

Teníamos muchas ganas de reencontrarnos con nuestros amigos Patricia y Jose y nos contamos nuestras respectivas aventuras (que no eran pocas) mientras que los piscos iban cayendo uno tras otro y disfrutábamos de un riquísimo chupe de Centolla en La Perla del Estrecho, un restaurante que acabó siendo un gran acierto y donde además había música en directo.

No me gusta poner fotos de comida, pero ésto estaba increible