martes, 30 de agosto de 2016

Chile, día 9: El trekking de las Torres

5 de Enero de 2016

Pese a levantarnos bastante pronto ya era de día, y es que por estas latitudes y a esta época del año los días son muy largos y las noches muy cortas. Desayunamos e hicimos las mochilas con únicamente lo que necesitaríamos para el día, ya que volveríamos a dormir al refugio.

Desde el principio la marcha no tiene perdida. Básicamente porque hay mucha gente que la hace y basta seguir al que va delante.

Mapa de rutas en el Parque Nacional. La que hicimos este día es la de la derecha del todo
La primera parte de la ruta no ofrecía nada especial: se va caminando en paralelo a las montañas completamente en llano y por una pista forestal amplia y aburrida a más no poder. Llegado un momento el camino gira a la derecha y empieza una subida constante y larga por una ladera terrosa. A lo largo de una senda pedregosa y con poca vegetación fuimos avanzando poco a poco y tan solo mirando atrás y contemplando el magnifico paisaje logramos abstraernos un poco de la tediosa marcha y coger ánimos.

Por fin, y azotados por un terrible viento que nos hizo abrigarnos llegamos a lo alto de la colina, y contemplamos el valle por el que baja el arroyo que desciende de las torres, salvaje y ruidoso. Tras bajar la colina nos encontramos con el refugio chileno, que no es más que un cobertizo donde supongo que te darán algo de comer y un montón de tiendas diseminadas por el estrecho valle. No nos paramos mucho (creo recordar que nada) y seguimos senda arriba.

El paisaje cambia drásticamente dentro del valle y empieza lo bonito de la ruta. Nos sumergimos en un bosque de antiquísimos árboles siempre con el rió a mano izquierda. Nos dio la impresión de que había menos gente en la ruta, y también de que íbamos muy rápido. En un momento dado cruzamos al otro lado del río donde el bosque siguió acompañándonos durante todo el camino. Son quizás los momentos de mayor paz y relajación de la marcha, donde el viento deja de azotar inmisericordemente y la tranquilidad del bosque te rodea. Fauna no se ve mucha, eso si.

Bosque milenario

Tras unos cuarenta y cinco minutos subiendo ligeramente el bosque se termina y más o menos a la altura del camping Base de las torres el camino gira hacia el oeste y da comienzo la parte más dura del recorrido. En un principio aún entre árboles y más adelante por en medio de una gigantesca pedrera, el camino sube ahora todo lo que no había subido antes. Nosotros íbamos ya sobre aviso y entrenados, así que no se nos hizo demasiado duro.



Por fin, tras una media hora de subida empiezan a verse las torres, autenticas catedrales inmensas que coronan este macizo. Cuando a la visión de las Torres se suma la de la laguna el espectáculo es grandioso, sin duda alguna una de las vistas mas sobrecogedoras que he contemplado en mi vida, a pesar de la cantidad de gente que te acompaña.

Torres del Paine y laguna
Nos quedamos más de una hora disfrutando del sitio, que bien lo merece. Comimos y bebimos sin retirar la vista de las torres e hicimos innumerables fotos. Aún a sabiendas de que todas son iguales o casi iguales tu cabeza te pide que hagas más y más, como para aprovechas al máximo este momento único y capturar la imagen para siempre.




Arriba refresca mucho y nos pusimos toda la ropa de abrigo que llevábamos, gorros, guantes, bufandas, hay que ir bien preparados. Cuando nuestras retinas se saturaron de la imagen (realmente creo que nunca la olvidaremos) comenzamos el descenso con mucha más calma, deteniéndonos en los árboles y el paisaje más de lo que lo habíamos hecho a la ida.

Glaciar colgante que cae del macizo

Aún así tardamos bastante poco y llegamos al refugio poco después de las cuatro de la tarde. Descansamos, nos duchamos y cogimos el coche para dar una vuelta por el parque y hacer unas fotos.

Nos habían advertido del fuerte viento que reina en según que zonas pero el huracán que soplaba en el lado sur del lago Nordenskjöld no tiene comparación con nada que hayamos experimentado antes. Logramos llegar al mirador y abrimos las puertas y casi salimos volando todos, el coche y nosotros. Aún así, con grandes esfuerzos salimos fuera y contemplamos la vista del macizo mientras que intentábamos no salir volando. Increíble la fuerza de la naturaleza en este confín del mundo.

El viento era acojonante, apenas podíamos mantenernos en pie
Las distancias son enormes dentro del parque así que, pese a que nuestro objetivo era llegar a Pudeto nos dimos la vuelta preocupados por no quedarnos sin gasolina al día siguiente, ya que no hay manera de repostar hasta llegar a Puerto Natales. Por el camino pudimos hacer fotos a los guanacos que nos miraban desde el borde la carretera, acostumbrados al viento y aburridos de los turistas. No hubo manera de ver al puma, lamentablemente.

Las vicuñas (o guanacos, o lo que sean), presentes everywhere
Al llegar de nuevo al refugio preguntamos en recepción por los horarios del catamaran de Pudeto para el día siguiente y nos dijeron que no había ninguno hasta la una del mediodía. Tras el susto decidimos no hacerles ningún caso, y menos mal.

Cenamos en el restaurante del refugio y nos fuimos a acostar, que el día había sido largo.

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