Pese a levantarnos bastante pronto ya era de día, y es que por estas latitudes y a esta época del año los días son muy largos y las noches muy cortas. Desayunamos e hicimos las mochilas con únicamente lo que necesitaríamos para el día, ya que volveríamos a dormir al refugio.
Desde el principio la marcha no tiene perdida. Básicamente porque hay mucha gente que la hace y basta seguir al que va delante.
Mapa de rutas en el Parque Nacional. La que hicimos este día es la de la derecha del todo |
Por fin, y azotados por un terrible viento que nos hizo abrigarnos llegamos a lo alto de la colina, y contemplamos el valle por el que baja el arroyo que desciende de las torres, salvaje y ruidoso. Tras bajar la colina nos encontramos con el refugio chileno, que no es más que un cobertizo donde supongo que te darán algo de comer y un montón de tiendas diseminadas por el estrecho valle. No nos paramos mucho (creo recordar que nada) y seguimos senda arriba.
El paisaje cambia drásticamente dentro del valle y empieza lo bonito de la ruta. Nos sumergimos en un bosque de antiquísimos árboles siempre con el rió a mano izquierda. Nos dio la impresión de que había menos gente en la ruta, y también de que íbamos muy rápido. En un momento dado cruzamos al otro lado del río donde el bosque siguió acompañándonos durante todo el camino. Son quizás los momentos de mayor paz y relajación de la marcha, donde el viento deja de azotar inmisericordemente y la tranquilidad del bosque te rodea. Fauna no se ve mucha, eso si.
Bosque milenario |
Tras unos cuarenta y cinco minutos subiendo ligeramente el bosque se termina y más o menos a la altura del camping Base de las torres el camino gira hacia el oeste y da comienzo la parte más dura del recorrido. En un principio aún entre árboles y más adelante por en medio de una gigantesca pedrera, el camino sube ahora todo lo que no había subido antes. Nosotros íbamos ya sobre aviso y entrenados, así que no se nos hizo demasiado duro.
Por fin, tras una media hora de subida empiezan a verse las torres, autenticas catedrales inmensas que coronan este macizo. Cuando a la visión de las Torres se suma la de la laguna el espectáculo es grandioso, sin duda alguna una de las vistas mas sobrecogedoras que he contemplado en mi vida, a pesar de la cantidad de gente que te acompaña.
Torres del Paine y laguna |
Arriba refresca mucho y nos pusimos toda la ropa de abrigo que llevábamos, gorros, guantes, bufandas, hay que ir bien preparados. Cuando nuestras retinas se saturaron de la imagen (realmente creo que nunca la olvidaremos) comenzamos el descenso con mucha más calma, deteniéndonos en los árboles y el paisaje más de lo que lo habíamos hecho a la ida.
Glaciar colgante que cae del macizo |
Aún así tardamos bastante poco y llegamos al refugio poco después de las cuatro de la tarde. Descansamos, nos duchamos y cogimos el coche para dar una vuelta por el parque y hacer unas fotos.
Nos habían advertido del fuerte viento que reina en según que zonas pero el huracán que soplaba en el lado sur del lago Nordenskjöld no tiene comparación con nada que hayamos experimentado antes. Logramos llegar al mirador y abrimos las puertas y casi salimos volando todos, el coche y nosotros. Aún así, con grandes esfuerzos salimos fuera y contemplamos la vista del macizo mientras que intentábamos no salir volando. Increíble la fuerza de la naturaleza en este confín del mundo.
El viento era acojonante, apenas podíamos mantenernos en pie |
Las vicuñas (o guanacos, o lo que sean), presentes everywhere |
Cenamos en el restaurante del refugio y nos fuimos a acostar, que el día había sido largo.
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