lunes, 18 de julio de 2016

Chile, día 6: La costa de Valparaiso y el gran atasco

02 de Enero de 2016


La idea de hoy era pasar el mayor tiempo posible en la playa antes de volver a Santiago. Pese a que era sábado y Jorge y Carmen tampoco tenian que trabajar al día siguiente habíamos decidido volver hoy para evitar el atasco que se esperaba el domingo.

Fuimos recorriendo la costa desde el coche, pasando primero por Algarrobo con su piscina de record, para seguir hacia el sur y parar en las cercanías de Las Petras. Caminamos hacia el mar (aquí lo han hecho bien y no permiten construir justo al lado del mar) pero lo que vimos no nos gustó mucho. Una playa de piedras muy incómoda y con poco espacio. Al menos mojamos los pies en el Pacífico por primera vez.

Hicimos un alto en el camino para comernos una empanada de almejas ( o machas, como las llaman aqui) y proseguimos hacia otra playa más agradable. Y la encontramos en Punta de Tralca. Lamentablemente estaba a rebosar de gente, ya que estos días son los días en los que todo Chile se va de vacaciones. De cualquier modo buscamos una zona con no mucha gente y pasamos unas cuantas horas tomando el sol y bañándonos entre los chilenos.

Lo primero que hay que decir es que el Pacífico no es el Mediterráneo. No es un agua atractiva para chapotear durante horas y jugar a la pelota metido en ella. Dejando a un lado la temperatura del agua, es un oceano abierto y fiero, y no invita a bañarse, con sus olas y sus corrientes peligrosas. Es curioso pero la gente no suele bañarse y si se baña no lo hace más allá de la cintura. Será por algo.

No ibamos a dejar pasar la oportunidad de probar el agua y nos metimos en el agua imitando a los locales, aunque como he dicho antes el baño no se disfruta demasiado. Asi que nos volvimos a la arena y nos tomamos un helado mientras que disfrutabamos del sitio.


Punta de Tralca
Tras unas horas de relax nos hartamos de estar sin hacer nada y de tomar el sol, que aquí pega muchísimo. Es necesario echarse mucha protección para no quemarse, ya que estamos en el hemisferio sur y la capa que nos protege es aqui mas debil.

La siguiente parada fue Isla Negra, donde Pablo Neruda vivió muchos años y donde está enterrado junto a su mujer. Aparcamos el coche y caminamos por un bonito paraje lleno de arboles enormes al lado del mar. Para entrar a la casa museo es necesario reservar así que lo único que pudimos hacer fue pasear por el jardín de la casa, donde pudimos leer algo sobre la vida del poeta chileno y su relación con España.


Isla negra

Y entonces decidimos volver a Santiago, dando por finalizado el día y dispuestos a llegar para devolver los coches a su hora. Cual fue nuestra sorpresa al ver que todas las carreteras estaban completamente atascadas, siendo imposible avanzar más de un kilometro sentido Santiago. Cuando ya nos habíamos hecho a la idea de llegar tardisimo a casa, el coche de Jose empezó a soltar humo por el capó. Como pudimos empujamos el coche hacia el arcén, mientras que los chilenos del atasco nos miraban y nos señalaban como diciendo "mira los guiris pringaos" (yo habría hecho lo mismo).

Con nuestros limitados conocimientos de mecánica intentamos ver lo que le ocurria al coche mientras que llamabamos a la grúa, aunque con el atasco universal no veíamos nada claro como iba a llegar a remolcarnos. Se nos acercó un borracho que decía ser mecánico que entre balbuceo y balbuceo intentaba arreglar el motor mientras que nos hablaba no sabemos si amenazadoramente o amablemente. Un amigo suyo consiguió alejarle de nosotros ya que el tipo no estaba en condiciones de arreglar ni un boli BIC.

Pasaba el tiempo mientras esperabamos a la grúa cuando se paró a nuestro lado un hombre con su padre, que cargaban unas bolsas. Nos preguntó que ocurría y al cabo de 10 minutos apareció con la caja de herramientas. Resultó ser mecánico de coches y nos arregló la avería tras 30 minutos. Una gran persona de esas que de vez en cuando uno se encuentra por el mundo.

Lamentablemente justo cuando consiguió arreglar el coche llegó la grúa y para no jugarnosla decidimos que no arrancariamos de nuevo el motor y que el coche y sus tripulantes irían montados en la grúa.

Sin embargo el atasco seguía, y aún tardamos unas desesperantes tres horas más en llegar a Santiago, donde aún tuvimos que aparcar los coches y quedar para el día siguiente, que sería el único que tendríamos por completo en la capital chilena.


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