viernes, 17 de octubre de 2014

Uzbekistan, Dia 2: El magnífico decorado ardiente de Khiva, capital de Corasmia


Las nueve de la mañana hora local de Khiva y el sol ya golpeaba sin piedad a cualquiera que osara salir de la sombra. Aún hoy me duele la cabeza cuando recuerdo el calor seco y brutal que regía en la antigua capital de Corasmia. Desde las 12:00 hasta las 18:30 nadie en su sano juicio aconsejaría hacer turismo, ni siquiera dar un leve paseo. El sol, que en otras latitudes es fuente de vida y alegría aquí impide cualquier actividad al aire libre durante las horas centrales del día y si no fuera por los canales que alivian la sed de los campos, anularían cualquier posibilidad de vida en esta parte de la Tierra.
Itchan Kala
Sabiendo ya esto del día anterior, madrugamos bastante, nos hincamos un muy decente desayuno y nos dispusimos a recorrer la mágica y un poquito “fake” ciudad de Khiva. Digo fake porque nadie parece vivir en la ciudad vieja. Los edificios son preciosos pero no albergan vida en su interior, ni inquilinos en las casas ni feligreses en las madrassahs o mezquitas. Aquí empezaríamos a vislumbrar lo que posteriormente confirmaríamos en Bukhara y Samarkanda. Que pese a las creencias musulmanas que imperan aquí, la religiosidad les pilla bastante lejos a la mayoría de los uzbecos, cosa que si bien para unas cosas es de agradecer (entrada a mezquitas, cervezas en los restaurantes) resta espíritu y magia a las ciudades.

El palacio del emir, donde dada matarile a tothom
Paso a paso y siempre desde la calle principal que atraviesa la ciudad de Este a Oeste fuimos descubriendo las madrassahs, las mezquitas y el palacio del emir, desde el que dictaba justicia y ajusticiaba a todo aquel que asomara los bigotes por encima de las murallas.

Mausoleo de Said Alauddin, único sitio donde vimos rezar a los khiveños
Realmente el encanto de Khiva está en pasear tranquilamente por sus callejuelas al amanecer y al ocaso y admirar el exterior de sus edificios, porque el interior está desacralizado en la mayor parte de ellos y alberga museos de escaso interés y tiendas de baratijas hechas en China. Si tuviera que recomendar alguna visita animaría al viajero a entrar al Palacio del Emir, al mausoleo de Said Alauddin, tumba de un mistico sufí del siglo XIV y ante al que aún rezan los uzbecos, a la mezquita Djuma, con su sala de columnas de madera y su minarete, al palacio de Tash Havli, con su patio espléndidamente decorado con brillantes colores y al minarete Islam Khodja. El resto de madrassahs y mezquitas son preciosas por fuera, pero su interior está echado a perder. Esta ciudad ha producido más religión y piedad de la que sus actuales habitantes son capaces de absorber, y no dan abasto ni parecen poder dar vida a tantos edificios religiosos.
Sala hipóstila de la mezquita Djuma

No quiero quitar interés a Khiva, ni mucho menos, y es que la primera impresión que se tiene cuando uno atraviesa sus murallas es de regresar en el tiempo unos siglos atrás, cuando aún estas tierras simbolizaban los exótico, lo prohibido y su solo nombre causaba miedo en los viajeros occidentales. Sin embargo, si incido en verla en la primera etapa de nuestro viaje, dejando Bukhara y Samarkanda para más adelante. De lo contrario, sus maravillas pueden dejar de sorprendernos tras la avalancha de monumentos de las dos otras ciudades.

Vista desde uno de los minaretes. Al fondo, la huerta.
Cuando no nos restaba nada por visitar y en un arranque de inconsciencia desafiamos al tórrido sol y salimos de la ciudad vieja para buscar un supuesto autobús que nos llevara en Bukhara al día siguiente. Un animoso mercado fue lo primero que nos encontramos, donde por fin pudimos ver la gente de la ciudad y no solo grupos de guiris con sombrero y chaleco de explorador. También se acabo la ilusión de ciudad limpia y ordenada, y es que vimos una de las peores caras del país, con niños pidiendo y calles sucias sin asfaltar. Ni el autobús ni su línea parecían existir, así que volvimos sobre nuestros pasos e ingresamos de nuevo en Itchan Kala, la vieja ciudad, donde comimos en un sitio con A.C. y nos retiramos al hotel a descansar mientras esperábamos a que el sol bajara un poco.

El sol te mata en esta ciudad
Tan solo recomiendan salir de la ciudad vieja para visitar el palacio de verano del emir, situado al NW, y allí nos fuimos, aún a sabiendas que lo encontraríamos cerrado. Imitando la disposición de Madrid, aquí nos dio la impresión de que las zonas situadas al noroeste están más limpias, mejor construidas y con menos gente y en un parque unos niños se bañaban en un canal y los mayores pescaban o al menos lo intentaban. No es que el canal fuera el manantial de Fontvella, así que presagio que en un futuro los chavales tendrán algún que otro problemilla cutáneo.


Pasado el poco reseñable palacio visitamos un supermercado uzbeco bastante bien surtido y entablamos una conversación con unos ingleses de la Mongol Rally, que como el resto de participantes intentarían llegar de Europa a Mongolia con un coche bastante destartalado. A lo largo de los días nos encontraríamos bastantes más “mongoles”, ingleses la mayoría de ellos. El reto parece entretenido pero me da a mí que debe de quedarles poco tiempo para visitar e imbuirse al menos minimamente de la cultura del país. Aún así ole sus huevos, que la aventura es bien chula.

El sol va cayendo sobre madrassahs y minaretes
Comiendo pipas cual casillistas volvimos a entrar a la ciudad y sin mucho interés y regateando el precio de la entrada conseguimos entrar a la parte alta del palacio del emir. Y que acierto: son sin duda las mejores vistas de la ciudad y a la caída del sol, ir viendo los diferentes tonos rojizos y marrones que van cogiendo los edificios de Khiva no tiene precio. Ahí vuelve a salir la fotogenia de la ciudad, puede que en este aspecto la mejor de la tripleta que visitaríamos. Ver cómo los últimos rayos del día impactan en la torre del minarete Kalta o en los azulejos de la fachada de las madrassahs es sin duda una imagen que se te queda en la retina.

Puesta de sol desde la terraza del palacio del Emir
Goodbye Khiva

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