sábado, 9 de noviembre de 2013

Viaje a Japón. Día 9: Primeros esbozos de Tokyo

Y por fin llegaba el día de empezar a descubrir la capital de Japón. Tras 9 días en el país yendo de un lado para otro, perdiendo maletas, probando cosas extrañas y sobretodo cogiendo muchos trenes, al final llegó el momento de dejar el equipaje y explorar este hormiguero humano que es Tokyo.

Tokyo es la capital de Japón desde 1868, año de la restauración Meiji. Es el centro demográfico, cultural, financiero y empresarial de Japón, y es el área metropolitana más grande del mundo con 36 millones de habitantes. La ciudad es en realidad una red de mini ciudades y barrios, completamente policéntrica y muy alejada del concepto de ciudad europea en la que a partir de un centro histórico la urbe se extiende radialmente. El centro de Tokio, con sus 23 barrios, ocupa un tercio de la metrópoli y tiene una población cercana a los 8.340.000 habitantes
 
Mapa de Edo hacia 1840 (fuente: Wikipedia)
 
El primer gran hito de la historia de Edo (porque así se llamaba la ciudad hasta su conversión en capital) fue la construcción del Castillo en 1457 por Ōta Dōkan. El shogunato Tokugawa se estableció en 1603, contó con Edo como sede de gobierno (capital de facto) mientras que la residencia del Emperador permanecía en Kioto, capital oficial de Japón. En 1868, cuando el shogunato llegó a su fin, la ciudad fue renombrada como Tokio, que significa Capital del Este. Durante la restauración, el Emperador se mudó aqui, con lo que la ciudad se convirtió en la capital formal así como la capital de facto de Japón.
 
Panorama de Edo, 1865 o 1866. Fuente: Wikipedia
 
Tokyo es inmensa, casi inhumana y urbanísticamente indescifrable. El caótico entramado de calles, autovías elevadas, vías de tren y líneas de metro conforma un escenario futurista pero a la vez decadente, que nos muestra que la época dorada de la ciudad ya tuvo lugar hace un par de décadas. Sin embargo, es difícil encontrar una ciudad tan vibrante y en movimiento, en la que se tenga tal sensación de cambio constante y oportunidades esperándote casi al doblar cada esquina. Los carteles luminosos ayudan a la sensación de instantaneidad e impersonalidad y la ausente planificación urbanística, los cables aéreos y las obras nos confirman que la ciudad es casi un ser vivo en constante evolución, donde los habitantes no son más que meros pasajeros en la vida del monstruo tokyota.

La inmensidad de la ciudad se debe a que, fuera de los centros normalmente localizados en la cercanía de las estaciones de metro principales, las casas son bajas y por tanto la monstruosa población se desparrama por una superficie extensísima. Es por esto por lo que no es una ciudad muy adecuada para el paseo, ya que se perdería gran parte del tiempo en traslados que, si bien servirían para conocer la ciudad más humanamente, no son del todo interesantes ni cómodos (por la acumulación de vías de comunicación y tráfico).

Sin embargo, la red de transportes es estupenda, con un metro y unos trenes que llegan hasta casi cualquier punto del centro. El inconveniente principal es que no son de las mismas compañías, por lo que se necesitan billetes diferentes en varias líneas (al menos hay 2 empresas de metro diferente más la de trenes).

Nosotros decidimos comenzar la visita por la zona más alejada de nuestra base de operaciones: el noreste. Prontito por la mañana tomamos la Ginza Line que nos llevaría directos hasta Ueno, uno de los centros neurálgicos que entre otras cosas alberga una de las estaciones más importantes de la ciudad.
 
Zona de Ueno (izquierda) y Asakusa (derecha)
El área que hoy ocupa el parque de Ueno estuvo ocupada en su día por el templo Kan'ei-ji, de gran importancia para los shogunes Tokugawa (ver anterior entrada). Tenía un tamaño enorme, con casi 30 edificios y muchos de los shogunes tokugawa fueron enterrados aquí. Si recordamos, tenían en Edo (Tokyo) el centro de su poder, concretamente en el castillo. El área de Ueno y el templo guardaban el flanco NE del castillo. Durante la guerra que dió paso a la restauración Meiji (guerra Boshin), la zona del templo fue devastada por completo en la batalla que supuso la derrota de los ejercitos Tokugawa frente a los partidarios de la restauración del poder imperial y posteriormente en su lugar se diseñó el parque y la estación que hay hoy en día. Sin embargo, aún queda algún resto del gran templo de Kanei-ji, como son la pagoda y el santuario Toshogu.
 
Parque de Ueno
El parque alberga hoy un lago, un zoologico, varios templos y numerosos museos de gran interés, entre los que se encuentran el Nacional de Tokyo, el de artes occidentales y el de ciencias naturales.

Nada más salir de la estación de Ueno giramos a la izquierda y entramos en el parque, dirigiéndonos directamente al lago. No se si será así en todas las épocas del año, pero cuando fuimos era casi indistinguible como tal, ya que unas plantas gigantescas lo cubrían por completo, ocultando toda la extensión de agua. En el centro del lago hay una isla que aloja un templo dedicado a Benzaiten, o diosa de la fortuna. Comparado con los que ya habíamos visto era muy normalito y le dedicamos más tiempo a un anciano amaestrador de gorriones que había en los alrededores que al propio templo.
 
Pues si, ahí abajo había agua.
Salimos por el sitio equivocado y en vez de regresar al centro del parque nos vimos obligados a dar un gran rodeo por fuera del mismo bajo un horrible calor y por unas calles poco o nada interesantes. Al fin volvimos al parque y visitamos lo que queda del gran santuario Kaneiji, el Toshogu dedicado a los Tokugawa junto con la pagoda y una llama de la explosión nuclear de Hiroshima que mantienen encendida desde entonces. El paseo flanqueado por linternas nos sacó del mismo y fuimos a recalar a la explanada principal del parque, que da acceso a los diferentes museos.
 
Llama de Hiroshima
Nos sentamos en una sombra y decidimos que lo mejor que podíamos hacer era pasar las horas centrales del día en un museo, porque la humedad y el calor eran agobiantes. El elegido fue el de ciencias naturales, con su inmensa ballena a la entrada. Es un museo interesante y fácil de ver, con una sección de historia natural y otra de historia natural de Japón. Además hay un apartado de descubrimientos científicos con sencillos experimentos donde hordas de escolares se lo pasaban pipa. No era nuestra intención verlo entero y nos centramos en las partes de biología y prehistoria donde aprendimos un rato gracias a la experta del grupo.
 
Gigantesca ballena que preside el museo de CC.NN.
Cuando nos cansamos de cultura salimos hacia la estación y después de comer una ligera comida a base de pescado y arroz nos metimos en el mercado de Ameyoko, un laberinto de puestos de todo tipo donde venden desde pescado fresco a zapatillas de deporte, con un gran ambiente y muy alejado del orden y limpieza típico de los japoneses. Es el único sitio donde Japón nos recordó a otros países asiáticos como China, Malasia o Indonesia (salvando las distancias, eso sí, por supuesto nada de regatear).
 
Mercado de Ameyoko
En Ueno había poco más que ver, así que cogimos el metro y nos fuimos hasta el barrio vecino, Asakusa, situado un poco más al este y a la orilla del río. Lo primero que hicimos nada más llegar fue subir a una cafetería situada en lo alto de un edificio justo enfrente de la entrada del templo. Nos habían aconsejado tomar allí un café mientras disfrutábamos de las buenas vistas y efectivamente es muy recomendable. La cafetería está en la última planta de un edificio con una oficina de información turística en la planta baja.
 
Templo de Asakusa Kannon desde la cafeteria
El templo del que hablo es el Senso-ji, un templo budista dedicado a la diosa Kannon. Pasa por ser el templo más antiguo de todo Tokyo y es que parece ser que allá por el año 628 dos pescadores encontraron una estatua de Kannon en el río y se propusieron hacerle un templo. El primer edificio data de 645 y desde entonces ha sido muy importante para el budismo japonés. Fue destrozado durante la segunda guerra mundial pero reconstruido justo después. Nos pareció muy curioso que la calle principal de acceso al santuario y aparentemente dentro ya de él estuviera completamente tomada por puestos de souvenirs para turistas. Al parecer el budismo no incluye un equivalente de la historia de los mercaderes y el templo.
 
Entrada al templo
No nos pareció gran cosa pero es gratuito, asi que tras dar una vuelta y cotillear entre los puestos no fuimos dando un paseo hacia el rio Sumida, que pilla a 5 minutos andando. Nos habían recomendado coger un barquito que nos llevase a Odaiba directos, pero a estas horas sólo zarpaban hacia Hanode Pier, en la orilla este derecha del rio casi ya en la bahía. El río Sumida es en realidad un brazo del rio Ara (Ara-kawa), uno de los principales ríos de la isla de Honshu y que ha sido desviado y canalizado hasta la extenuación desde tiempos antiguos. No nos sorprendió su gran caudal ya que ya habíamos comprobado como llueve aquí y con que frecuencia.

El paseo por el rio es totalmente recomendable, y especialemente a la caida de la tarde. Ver la sucesión de puentes iluminados y los innumerables rascacielos del skyline tokyota bien merece la pena. Sin embargo, un pero: la ciudad da completamente la espalda al río, y se echa de menos unas orillas más amables, con zonas de esparcimiento y algún sitio donde sentarse y zonas donde la ciudad se abra al rio. Algo parecido lo que ha hecho Madrid con el Manzanares (si, no os riaís de nuestro pobre arroyo, que ha quedado bien) o Paris con el Sena.
 



Con la noche ya cerrada llegamos a Hinode Pier y tras comprobar que no zarpaba ya ningún otro barco hacia Odaiba, cogimos el tren que pasa por el magnífico Rainbow Bridge hacia esta parte nueva de la ciudad.

Rainbow Bridge
Una sublime horterada
Nos dió la impresión que es únicamente una sucesión de centros comerciales y oficinas, donde lo único interesante son las vistas de Tokyo desde el otro lado de la bahia y con la réplica de la estatua de la libertad en primer plano. Es curiosa la diferente mentalidad de los japoneses, no me quiero ni plantear la que se liaría en cualquier ciudad española si nos propusieran instalar una estatua de la libertad en algun sitio mítico.
Hicimos unas cuantas fotos con nuestras cámaras, minúsculas y maluchas comparadas con las de los japoneses que nos rodeaban, ya que incluso los ancianos manejan unas cámaras impresionantes y las utilizan sin parar. Cuando nos hartamos volvimos a coger el tren y después el metro hasta casa e hicimos un pequeño paréntesis en nuestras dos semanas de gastronomía japonés y nos zampamos una hamburguesa en el Hard Rock. Oye, un antojo lo tiene cualquiera, ¿no?

NST (Nivel de Saturacion de Templos): 6/10 Fuera de peligro

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