domingo, 24 de noviembre de 2013

Viaje a Japón. Dia 11: El vibrante corazón de Tokyo

El día anterior nos alargamos en el karaoke así que sin mucha prisa amanecimos y, esta vez acompañados de nuestra guía y anfitriona nos dispusimos a seguir recorriendo Tokyo tras el paréntesis Kamakureño.

Después de nuestro desayuno, cogimos la línea Ginza para desplazarnos al barrio de Akihabara.

Akihabara es el barrio de la electrónica por excelencia. No es el único sitio donde encontrar lo último y las mejores gangas pero si alberga la mayor concentración de tiendas y centros comerciales dedicados exclusivamente al gadgets, cachivaches y aparatos varios. Desde pequeñas tiendas de repuestos y de segunda mano hasta centros comerciales de 6 plantas, es imposible no encontrar lo que buscas en este barrio.

Akibahara: ciudad de la electrónica
 La avenida principal es un cartel luminoso continuo, con paneles gigantes en las altas fachadas de múltiples colores anunciando tiendas, videojuegos y productos varios. Y es que Akibahara es también el barrio de los videojuegos y los mangas, donde se producen los lanzamientos de las últimas novedades y la gente hace cola en la calle (pese a la lluvia) para probar el último juego de Sony o Nintendo.

Manga, electrónica y niñas vestidas de doncellas
También la avenida principal está repleta de chicas (o niñas casi) vestidas de doncellas invitándote a entrar a su maid café. No lo pudimos comprobar, pero en estos cafés las camareras van vestidas de doncellas antiguas y adulan y ríen las gracias al cliente. Es ciertamente incomprensible desde nuestra óptica occidental pero una vez habituados al choque cultural ya casi ni nos sorprendía.


Monumentalmente no tiene absolutamente nada, es simplemente pasear y ver lo que hace especial a Tokyo. Los grandes edificios inundados de anuncios coloridos, el gentío en todas las calles y la sensación de que lo último de lo último se puede encontrar aquí. Pasamos un buen rato en el Yodobashi, el centro comercial más grande de electrónica y que está presente en muchos barrios de Tokyo. Saciamos nuestra ansia de consumo (especialmente de cámaras de fotos) y alucinamos un poco con la pasión de los japoneses (adolescentes y adultos) por los grupos multitudinarios de quinceañeras (las AK48 aquí incluso tenían un restaurante temático).
Saturados de compras y electrónica, cogimos el tren y cruzamos el centro de la ciudad de punta a punta hasta otro núcleo importante: Shinjuku.

Shinjuku

Quizás si tuviésemos que definir un centro del Tokyo post-segunda guerra mundial sería este, principalmente porque aquí se halla el edificio del gobierno metropolitano. Este gran edificio en forma de cuernos se encuentra a 10 minutos de la estación de Shinjuku y se puede subir hasta un mirador de manera gratuita.

Edificio metropolitano de Tokyo

Las vistas desde arriba realmente merecen la pena, pudiendo contemplar la inmensidad de rascacielos que se extienden hasta donde alcanza la vista, cada uno con las características luces rojas parpadeantes para guiar a los helicópteros. Sin embargo está acristalado, por lo que pierde bastante interés.

Vistas desde el mirador del edificio del gobierno metropolitano
Al bajar dimos una vuelta por la zona de la estación, donde entramos a un pachinko por primera vez.
Es difícil explicar la sensación que se tiene al entrar y más difícil aún intentar comprender qué extraña fascinación ejercen estos sitios sobre muchos japoneses de todas las edades. Un pachinko es básicamente una gran sala repleta de máquinas estilo tragaperras que hacen un ruido ensordecedor que a su vez queda enmascarado por una estridente música electrónica aún más ensordecedora. Sentados en cada una de las máquinas están los jugadores que aparentemente lo único que hacen es accionar un mecanismo que deja caer bolas metálicas por la parte superior. Las bolas caen chocando contra distintos elementos y toman un camino u otro por puro azar que las dirige hacia distintos sitios. Sólo en algunos de estos finales hay un premio (en forma de bolas también). Las bolas pueden ser canjeadas por premios diversos (electrodomésticos, juguetes…) pero nunca por dinero, ya que los casinos están prohibidos por la legislación japonesa. Sin embargo, aquí también rige esto de “hecha la ley hecha la trampa” y parece ser que en las cercanías de muchos pachinkos hay locales que compran los premios obtenidos con dinero contante y sonante.

Calles de Shinjuku
Pese a que leído pueda parecer extremadamente aburrido, la realidad es que en vivo y en directo lo parece aún más, y por eso nos es tan incomprensible la proliferación de estos locales y su altísima ocupación. Alucinando por completo dimos un breve paseo entre hileras de máquinas y salimos de nuevo a las excitantes calles de Shinjuku, donde restaurantes, bares, más pachinkos, burdeles y numerosos locales inidentificables para el occidental se suceden por avenidas, calles y callejones oscuros. Es ciertamente un barrio intrigante y atractivo, donde se puede palpar el espíritu del Tokyo más moderno, transgresor y misterioso.

Ambiente callejero en Shinjuku
Volvimos de nuevo al metro para enfilar hacia el barrio vecino y competidor directo por el título de zona más vibrante de la ciudad: Shibuya.

Famoso por su cruce en diagonal, este barrio es uno de los que más actividad tiene de Tokyo. Parecido a Shinjuku pero más ordenado y limpio, quizás menos “canalla” y turbio en sus negocios y garitos.

Cruce de Shibuya. Preparados, listos...YA
A la salida de la estación se sitúa la estatua del perro Hachiko. La historia de este chucho es conmovedora incluso para los no perrófilos como yo (creo que lo habreis notado al leer la palabra “chucho”, pero es que es muy graciosa, lo siento).
 
El perro Hachiko
Su dueño, un profesor de la universidad de Tokyo, cogía el tren en esta misma estación todas las mañanas y el fiel Hachiko le acompañaba y luego le iba a recoger por las tardes. Así durante muchos años hasta que el profesor falleció dando clase (allá por los años 30). Desde ese día el perro Hachiko se quedó esperando a las puertas de la estación de Shibuya a que su dueño volviera. Las gentes de la estación le cuidaban y alimentaban ya que ya le conocían de verlo durante tantos años. Cuando falleció se le hizo un velatorio, se le disecó y se le erigió una estatua, que es la que se puede ver hoy en día.

La he visto y es una pelicula maravillosa....NO.
Como probablemente os dareis cuenta, Tokyo no es Kyoto. Es decir, no es famosa por sus templos y monumentos, basicamente porque la ciudad es casi completamente nueva. Durante la Segunda Guerra Mundial, Tokyo sufrió el bombardeo no nuclear más destructivo de la historia. En un primer momento, la idea de los estadounidenses era atacar objetivos militares o industriales. Sin embargo, tras unos primeros fracasos, la filosofía cambió y paso a ser la de bombardear con Napalm desde poca altura la ciudad japonesa, con la gran mayoría de sus casas hechas de madera. Por ejemplo la noche del 9 al 10 de Marzo de 1945, 334 bombarderos salieron desde las bases americanas en China y lanzaron 1700 toneladas de Napalm sobre la ciudad, desencadenando un inmenso incendio. Como resultado, las estimaciones indican que se destruyó un cuarto de la ciudad y murieron unas 100.000 personas aunque se piensa que fuerón muchos más.

Los bombardeos siguieron hasta el final de la guerra y por ejemplo en Julio se estima que fueron lanzadas 45000 toneladas de napalm sobre la ciudad.

Shibuya
Al final de la segunda guerra mundial, algo más del 50% del territorio de la ciudad había sido destruido como consecuencia de los bombardeos.

Por ello, lo interesante de Tokyo no es visitar monumentos o edificios en concreto, sino pasear por sus barrios y calles y sentir la vida que emana la ciudad, mezclarse entre los japoneses, comer y beber con ellos para poder apreciar todo lo que podamos su cultura y estilo de vida, tan diferente al nuestro. Es por ello por lo que no te cansas de Tokyo, siempre hay cosas nuevas que ver y probar y gente nueva que ver e incluso conocer si tenemos la oportunidad.

Tras dar una vuelta por las calles principales y pasar por el cruce un par de veces haciendo el turista fuimos a cenar a un tipo de restaurantes muy típico de Japón, una especie de sitio de tapas japonesas, de los que hay muchos repartidos por la ciudad llamados Izakaya.

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