Segundo día de maratón templaria en Kyoto. Pese a que teníamos dos noches más en la ciudad imperial queríamos destinar los dos siguientes días a Miyajima y Nara con lo que tendríamos que ver hoy el resto de templos que teníamos marcados como imprescindibles. Lamentablemente el día no pudo empezar peor, y es que una auténtica cortina de agua caía del cielo haciendo imposible cualquier tipo de turismo. Habría sido el típico día de chimenea, manta y libro pero rezamos por que parara de llover mientras que tomábamos nuestro ya habitual desayuno en el Starbucks (nota: aunque pueda parecerlo no somos ni mucho menos amantes de esta cadena, pero la mala experiencia con los desayunos japoneses, la sobreabundancia de Starbucks en cualquier lado y que tengan wifi gratis nos llevó a frecuentarlos más de lo que hubiésemos deseado).
A eso de las 10:00 la lluvia amainó un rato (que no paró) y decidimos esperar a que parara del todo en el interior de un autobús. El Ginkaku - ji o pabellón plateado quedaba en el extremo noreste del mapa y nos daría más tiempo de margen. Además llevábamos nuestros paraguas japoneses de plástico transparente que se encuentran en casi cualquier sitio con lo que mojarnos no nos íbamos a mojar demasiado (los pies serían otro cantar).
A eso de las 10:00 la lluvia amainó un rato (que no paró) y decidimos esperar a que parara del todo en el interior de un autobús. El Ginkaku - ji o pabellón plateado quedaba en el extremo noreste del mapa y nos daría más tiempo de margen. Además llevábamos nuestros paraguas japoneses de plástico transparente que se encuentran en casi cualquier sitio con lo que mojarnos no nos íbamos a mojar demasiado (los pies serían otro cantar).
Pese a que la lluvia continuaba cayendo al llegar, nos decidimos a seguir con el plan prefijado. El pabellón plateado me pareció con diferencia el peor de los templos que visitamos. Da la impresión de que se han aprovechado de la analogía en el nombre con el pabellón dorado (que si merece la pena su visita) para meterlo en el listado de templos a visitar. Un jardín japonés bonito pero sin nada especial y unos edificios sosos sin ningún viso de plata o color plateado, tal y como podría indicar su nombre. Su nombre oficial es Jishō-ji o Templo de la misericordia resplandeciente. Parece ser que el plan inicial del shogun que promovió el templo era emular al Kinkaku - ji (pabellón dorado) que construyó su abuelo y cubrirlo con plata pero quien sabe si por una crisis inmobiliaria se quedó sin pasta y tuvo que echarse atrás. Quizás tuvo algo que ver la lluvia en nuestra percepción pero nos pareció un tocomocho bastante claro, porque creo recordar que no era barato.
Monolitos vestidos en el paseo de la filosofía |
¿Mascotas de equipos de algo? ¿Dibujos de niños? |
El templo era bonito, pero los templos sintoístas son bastante aburridos ya que son casi todos iguales y no muy espectaculares, mucho menos que los budistas. Este en particular es bastante nuevo, fue fundado en el 1895 pero se quemó y se recontruyó por completo ya en la decada de los 70. Está dedicado a los emperadores emperadores Kanmu y Komei, que fueron respectivamente el primero y el último que residieron en Kyoto cuando era la capital de Japón (uno allá por el siglo IX y otro en el XIX).
Tras fotografiar de todas las maneras posibles al desfile de frikis reemprendimos la visita en otro templo, el Chionin Temple, centro principal de la secta Jodo Shu en Japón. Destaca principalmente su puerta de madera gigante o Sanmon, que es la más grande de todo el país y es Tesoro nacional. El templo fue fundado originalmente en 1234 pero fue enteramente reconstruido por los Tokugawa a principios del siglo XVII.
Templo Chionin |
Comimos en un restaurante japonés una especialidad llamada Big Mac y cogimos otro bus hacia el templo Kiyozumi-Dera. Este templo es también budista pero de la secta Kitahossō, muy espectacular y fue fundado a finales del siglo VII, pero reconstruido también en el siglo XVII durante la época Tokugawa. Está hecho de madera, ¡pero con la peculiaridad de no tener ni un solo clavo! Su característico balcón ofrece unas muy buenas vistas sobre toda la ciudad, ya que no he comentado que está situado en lo alto de una laaarga cuesta extremadamente agradable de subir después de comer, a 30ºC con un 95% de humedad y rodeado de miles de turistas.
Parece ser durante el periodo Edo existía una tradición que decía que si se saltaba desde este balcón los 13 metros que hay hasta el suelo y se sobrevivía se podía pedir un deseo. De los 234 que lo intentaron un 85% sobrevivieron, que no está nada mal. Entiendo que su deseo sería recuperarse rápido de sus dobles roturas de tibia, peroné y fémur.
Como ahora la tradición está prohibida, nos limitamos a visitar el templo intentando apreciar su espiritualidad y belleza entre las hordas de turistas chinos que lo atestaban. Que no distingo muy bien físicamente a japoneses y chinos, pero por la escandalera que armaban creo que eran de los segundos. De veras que es un templo muy bonito y recomendable, pero en nuestro caso fué el que más lleno de gente encontramos.
Volvimos a bajar la larga cuesta y, pese a que la hora del cierre de los templos ya estaba próxima intentamos acudir al último que nos quedaba en la lista, el Sanjusanjen-do. Pese a que el bus vino rápido nos lo encontramos cerrado en nuestras narices. En los plannings de Kyoto hay que tener muy en cuenta que los templos suelen cerrar muy pronto, en torno a las 16:00 - 16:30, con lo que es importante madrugar y centrar las visitas por la mañana.
Así que un poco cabreados y pensando que hacer para ver el templo, ya que nos lo habían recomendado fervientemente nos fuimos hacia la zona del hotel donde entramos en un centro comercial que había al lado y pasamos un par de horas de compras (aunque realmente no compramos mucho), mirando cámaras de fotos, ropa y zapatillas.
Tras una breve parada en el hotel para dejar las bolsas cruzamos la calle hasta la estación donde reservamos los billetes para el día siguiente a Miyajima (via Hiroshima) y buscamos un restaurante para cenar. El elegido fué uno en la última planta de la estación cuya especialidad era el Okonomiyaki, o tortilla japonesa. No nos disgustó demasiado pero ha sido de la poca comida japonesa que no me ha convencido del todo. Sobre una plancha ardiendo te ponen una amalgama de huevos con pasta, verdura y recubierta de una salsa dulce. No repetimos ni ese día ni en todo el viaje.
NST: 8/10 Danger!
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