martes, 24 de septiembre de 2013

Transrrauláica 2013 Día 1 Del Plan de Senarta al Refugio de Conangles

La tarde anterior habíamos llegado a eso de las 19:00 a Benasque, precioso y animadísimo pueblo que se ha convertido en el centro de los deportes en el Pirineo. Hicimos unas compras en un atestado supermercado (comidas y desayunos para los días próximos) y nos tomamos una ensaladita y una ración de morro de cerdo a modo de cena inaugural. La verdad es que siempre estamos de paso, pero me apetecería alquilar una casa allí y quedarme al menos una semana tranquilamente, tomando el pueblo como base de operaciones de múltiples ascensiones y actividades.

Pero el deber llamaba, así que nos colocamos en la carretera que sube hacia el Norte a hacer autostop, con tan buena suerte que el segundo coche nos paró. Resulto ser un grupo de madrileños que, pese a ser ya cuatro dentro con las mochilas, nos paró y nos acercó a Senarta, aún estando más alejado del camping al que se dirigían. ¡Gracias muchachos! Efectivamente y tal como nos habían avisado, los servicios de Senarta eran minimisimos, pero espacio hay de sobra, con lo que pusimos la tienda en un llano y nos dimos una vuelta por la zona a ver que había. Las típicas chozas de campistas de lujo y algún campamento de ingleses supusieron la mayor atracción antes de lavarnos los dientes y meternos en la tienda.

El día siguiente nos despertamos pronto para coger el primer autobús a Coronas. Realmente el GR-11 comenzaba en la zona de acampada pero la etapa era muy larga y si nos podíamos ahorrar dos tediosas horas de pista forestal por un módico precio pues por supuesto que lo íbamos a hacer. Así que a las 07:15 de la mañana cogimos un bus todo terreno por 10 eurazos de vellón que discurre por la citada pista de Vallibierna y te deja al cabo de media hora en el refugio de Pescadores o de Coronas. El Vallibierna (o Val de Invierno) es un precioso valle, casi opuesto al de Estós, cubierto por una masa de abeto y que, flanqueado al norte por el macizo de las Maladetas y al sur por la sierra negra, talla su huella en la roca durante varios kilómetros hasta llegar al collado de Vallibierna, donde conecta con el valle de Salenques.

Ibon bajo de Vallibierna
Emprendimos la subida hacia el circo de Llosas, que resulta un perfecto sitio para acampar, con vistas privilegiadas del Aneto y las crestas que lo rodean. Queda pendiente una subida al Aneto desde aquí, que no sé porque me da pero me parece que es más bonita que por el Norte, el ya muy trillado camino por el glaciar y los portillones. Con un pequeño desnivel más, nos plantamos en el desagüe del ibón bajo de Vallibierna que, no sé si era por ser el primero de la ruta, pero nos pareció una maravilla. Estrecho, con la profundidad justa y con el agua absolutamente cristalina, invita al baño de manera bestial. Continuamos hasta llegar al ibón alto de Vallibierna, último antes de enfilar la subida al collado.

Aneto y grupo de las Maladetas desde el sur
Íbamos aún frescos por ser el primer día y por la inestimable ayuda del bus de Vallibierna, así que sin muchas complicaciones alcanzamos el paso, donde paramos a hacer unas fotos y disfrutar del paisaje de ibones y picos. En la cima un grupet de catalans, primeros de los innumerables entre los que nos mezclaremos los siguientes días.

Mirando el mapa y vigilando no saltarnos la bifurcación, reemprendimos la bajada, evitando los neveros aún existentes y atravesando las pedreras de bloques inmensos. El camino da un rodeo hacia la derecha cuando en realidad nuestra ruta seguía de frente izquierda, pero obedecimos a las señales, descendiendo hasta la clara bifurcación donde se separa el ramal de Llauset y el de los ibones de Anglios (el nuestro). De este modo alcanzamos tras una breve cuesta el Estany de Cap de Llauset, espectacular, con un agua cristalina que hacía difícil evitar la tentación del chapuzón. Continuamos por su orilla hasta subir otro pequeño puerto que nos dejó en los Estanys de Cap de Anglios tras una dura y lastimera bajada por un terreno descompuesto. Avanzando por su orilla izquierda y siguiendo su desagüe, llegamos a un llano que alberga varios estanys y el refugio de Anglios, pequeña cabaña sin guardar pero en muy buenas condiciones, donde paramos a comer.

Ibones de Angliós

Su único huésped resultó ser un navarro agradable que recorría el GR-11 hasta el cap de Creus en solitario. El hombre había decidido descansar ese día y qué mejor sitio para hacerlo que este refugio. Acarreaba todo lo que necesitaba para la ruta, incluido hornillo y botellitas de gas. Estuvimos de cháchara con él durante un buen rato mientras comíamos un buen bocata y descansábamos de la mañana. La bondad de Antoñito, que compartió con él un melocotón le salvó de una muerte segura por escorbuto, ya que llevaba sin probar fruta desde que salió de ruta. Sin embargo, tras aproximadamente una hora, retomábamos el camino de los Estanys en dirección al valle de Barraves, que ya se asomaba al Este. Recorrimos el últimoo estany, el Estany Gran y comenzamos la bajada por el valle de Xalenques.

Macizo de los Besiberris antes de tirarnos senda abajo
Y joder, vaya bajada. En un principio empieza suave, serpenteando la senda mientras que pierde altitud levemente, no suponiendo gran trabajo para rodillas y cuádriceps. Sin embargo, llega un momento en el que se interna en un bosque y entonces se despeña cuesta abajo apoyándose en rocas, raíces y troncos de árboles. Nos resultó cansadísimo, y acompañado del calor sofocante que hacía y de los kilómetros a las espaldas, se nos hizo un auténtico tormento hasta que por fin llegamos al rio de Salenques, caudaloso y furibundo, que discurre por el deseado fondo del valle. Una vez abajo, una tranquila senda con mucha menos pendiente te lleva, a la vereda de pozas y rápidos, hasta el puente de Salenques, en la carretera nacional que lleva a la boca del túnel de Vielha. Lamentablemente la ruta no acaba ahí, y toca recorrer tres kilómetros más primero por carretera y luego por una senda hasta llegar al refugio de Conangles, ya en territorio catalá y a la orilla de la carretera (casi) lo que le hace no ser un refugio de montaña al uso.

Llegamos a eso de las 17:30 y aprovechamos el sol aún con una cerveza en la mano y charlando amistosamente con un vasco de Orio y un catalán ya entrado en años de Sabadell. Intercambiamos datos de las rutas que seguiríamos y aprovechamos para ducharnos justo antes de la cena.

Durante la cena nos enteramos de que el Oriotarra hacía unas etapas mastodónticas, juntando un par de las nuestras, y conocimos un belga que cuando podía iba corriendo y que había hecho la Ultra Trail del Mont Blanc. Casi nada vamos, rodeados de máquinas que estábamos. Para más inri, en días posteriores nos fijamos y el hombre mayor de Sabadell sólo llevaba camisetas de Ultratrails asi que estábamos con un buen puñado de superhombres. Mientras tanto, ajenos a la profesionalidad de la gente, el C.A.RA planeaba un día de dominguerismo activo para el día siguiente…

Sin mucho más que hacer o decir, nos recogimos a las camas del refugio hasta la mañana siguiente, donde seríamos los únicos que desayunarían más allá de las 07:00…

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