lunes, 16 de enero de 2012

Subida al Almanzor y La Galana (19-20/08/11)

Integrantes: Antoñito Alcántara, Jaimolas
Fechas: 19-20 de Agosto del 2011
Sector: Sierra de Gredos (Ávila)
Después de disfrutar de una copiosa comida en el CIEMAT y pagada en gran parte por los millones de currantes de este país, a eso de las 15:30 del viernes 19 de Agosto estábamos saliendo en el Audi A4 hacía Gredos. No íbamos en nuestras mejores condiciones físicas, ya que, a la baja forma habitual en esta época del año, se unían dos dolores de garganta y en el caso de Ant acompañado por síntomas que hacían presagiar un buen constipado. Pero el C.A.R.A. no se arredra ante nada o ante casi nada y desafiando el calor, las obras en la A-6 y la propia salud, enfilamos hacia el túnel del Guadarrama con mucha ilusión en nuestros corazones. Decir que Ant ya subió el año pasado con otro grupo y que entre su experiencia, mis mapas y los blogs de Internet consultados llevábamos suficiente información como para subir el Almanzor con una venda en los ojos.

Tras pagar el peaje y pasar Ávila, el agua ingerida en la comida hizo su efecto y nos obligó a parar en medio de la estepa abulense para regar el en esta época seco campo castellano. Ascendimos la sierra de la Paramera y bajamos al valle del Alberche y por fin cogimos la desviación que nos llevaría a Hoyos del Espino, ya en pleno valle del Tormes. El paisaje se iba haciendo mas arisco y comentábamos el frío que debía campar por aquí por enero – febrero. 
Atravesamos Navarredonda de Gredos y Hoyos del Espino, con más vida que los pueblos anteriores motivada por el parador de Gredos y por el mismo parque natural. Por fin enlazamos con la carretera de la plataforma y recorrimos los 12 kilómetros que separan el pueblo de la misma en un santiamén. A las 17:20 llegamos a la plataforma y aparcamos muy cerca del bar ya que, a pesar de ser Agosto, a esas horas la mayoría de los dominguers que van a pasar el día en las cercanías de la laguna ya se habían ido. Nos pusimos los atuendos de montañeros, metimos y sacamos de las mochilas lo necesario, y justo cuando cerraba el coche, nos dimos cuenta de que no habíamos comprado pan para avituallarnos el día siguiente a mediodía. Lo preparas todo a la perfección y fallas justo en lo más básico. Afortunadamente, el dueño del bar de la plataforma nos vendió amablemente una hogaza de pan que nos vino de perlas.

Agosto en Castilla es lo que tiene

Cogimos el camino empedrado que sube hacia Los Barrerones: al principio va en fuerte subida que luego se allana al llegar al prado de las Pozas y quedar a la derecha un refugio del que desconozco el nombre. El ritmo habitual del C.A.R.A. unido a la falta de forma me empezó a pasar factura y como, para no desentonar, obviamente no habíamos calentado una mierda, tuve que recuperar el aliento en el llano. Poco a poco el terreno se volvía a empinar y, mientras que nos cruzábamos a familias que nos avisaban lo mucho que nos quedaba y adelantábamos a excursionistas, nos fuimos acercando a la cota más alta del día. Una fuente de agua bien fresquita precedía a la cima del día y tras unos minutos de llaneo apareció el mirador sobre el circo de Gredos que una cabra con buenos cuernos y un panel informativo adornaban. La vista es preciosa y pasamos unos minutillos haciendo fotos e identificando los picos que teníamos delante. La cabra se había cogido un buen sitio para descansar y me acerqué a ella pese a sus grandes cuernos que me amenazaban. Lleno de valor estoy.


Gran sitio se buscó la cabra




El circo de Gredos desde los Barrerones

La larga senda desciende haciendo curvas hacia la laguna y descendiendo por ella nos cruzamos con algún pro con mucha pinta de subir y bajar corriendo. Repostamos en otra fuente con agua muy rica. 
A la ida este camino se hace mas llevadero ya que vas disfrutando de las vistas pero a la vuelta se convierte en un coñazo rollo camino Schmidt pero mas duro. El calor no era asfixiante y proseguimos nuestro camino rodeando la laguna por la izquierda y acercándonos cada vez más al refugio Elola. Atravesamos el cauce seco de un río y por fin llegamos al refugio donde hicimos el “check in” y Antoñito intentó colar la trola de que éramos federados haciendo honor a su fama de embaucador. Solventado el malentendido, dejamos las mochilas en las taquillas, nos cambiamos y nos sentamos en la terraza esperando a que sirvieran la cena.

El refugio está en muy buenas condiciones. Tiene 3 habitaciones grandes equipadas con literas con colchonetas, almohadas y mantas donde caben unas 65 personas. El comedor está en la planta baja y la cocina, bar y recepción completan los servicios al montañero. Los posters, imágenes y equipo de montaña dan un ambiente muy agradable y las vistas desde la terraza son impresionantes. Lo único malo son los baños, ya que no hay inodoros y sí agujeros en el suelo para acertar a mear o truñar. Pero oye, estas en alta montaña, no hay que ser señorito.
Así que mientras disfrutábamos de las vistas, fuimos estudiando a los compañeros de refugio, entre los que destacaban una pareja de chicas que parecían agradables, una pareja de semi-dominguers ya un poco talluditos, una pareja joven y el grupo que regentaba el refugio que eran casi mas que los huéspedes. Entre ellos estaban los 2 o 3 que llevaban la voz cantantes, gente joven muy en forma y con pinta de vascos de la meseta, con atuendo montañero. Alrededor de ellos circulaban un padre con sus hijos, una chica que era la encargada de la cocina y un sujeto de edad cercana a los 20 años con cara de retrasado mental y maneras coincidentes con su cara. Empezó a alardear de su ascensión del día ante la pareja de chicas y fue humillantemente ninguneado por uno de los del refugio con lo que vimos que nuestra opinión acerca del sujeto no era la excepción. Decidimos que si llevaba la voz cantante del grupo, optaríamos por comportarnos de manera social clase-A. También correteaban unos perrillos y unos caballos que suponemos que eran los que llevaban y traían todos los alimentos y materiales que el refugio precisaba.

Nos llamaron a cenar cuando estábamos dando una vuelta de reconocimiento por los alrededores y cuando entramos al comedor ya estaba todo el mundo sentado en sus sitios, que estaban fijados para cada uno con una nota. Nos sentamos con las dos chicas y la pareja mayor y dimos buena cuenta de los macarrones y la carne con puré que nos pusieron delante. La conversación era muy agradable y se nos pasó volando el tiempo cuando entraron más huéspedes al refugio y la pareja mayor se fue con ellos ya que habían quedado con ellos de antes. Las dos chicas, Alicia y Ana, eran de Ontinyent y Alicante respectivamente y eran muy majas. Jugamos un cinquillo que no triunfó mucho y luego Antonio robó un parchís a los niños del refugio (que feo, robar sus juguetes a los pobres niños). Tras una partidita iluminada con el frontal de Ant, nos lavamos los dientes y nos fuimos a sobarla a eso de las 23:30. El saco y los tapones que había llevado me facilitaron mucho la tarea de conciliar el sueño e, ignorando los ronquidos de los compañeros me sobé hasta la mañana siguiente.

A las 07:15 la luz que entraba por la ventana nos despertó y nos pusimos en pie. Recogimos el saco y el resto de bártulos y después de cambiarnos y ponernos guapos desayunamos un cola cao con galletas y pan con mermelada. Tras un paso por el baño bien necesario y comprobar que el día iba a ser muy bueno, echamos a andar de los primeros y en unos minutos nos colocamos a la cabeza (o eso pensábamos) de los montañeros.
 
El sol se intuye por el E
El comienzo de la ascensión es sencillo y discurre entre rocas pero la pendiente no es aún fuerte. Tras rodear un promontorio rocoso por la derecha y pasar varias charcas pequeñas, un giro a la izquierda nos dejó al comienzo del gran canchal que desemboca en la portilla Bermeja. Decir que los bastones que tanta gente lleva nos parecen absolutamente un coñazo para este tipo de rutas. Comenzamos a subir por los grandes bloques de piedra y de cuando en cuando alguna cabra montes se asomaba para huir rápidamente. El paisaje mirando hacia atrás y hacia la izquierda es imponente, y vas ganando altura con gran esfuerzo de manera rápida. Más o menos a mitad de camino llegamos a un nevero que aún sobrevivía del duro invierno, que en estos parajes debe ser muy exigente. Hicimos un alto para descansar y beber agua y proseguimos a enfrentarnos con la parte más dura de la ascensión, donde la pendiente se hace aún mas dura y los bloques de piedra son más inestables, creciendo el riesgo de desprendimiento, con lo que es necesario dejar una distancia de seguridad entre la persona que te precede. Sufriendo y eligiendo la ruta menos empinada y peligrosa para subir, nos fuimos aproximando al punto donde el canchal se divide en dos ramales: el de la izquierda continúa hasta la portilla bermeja y el de la derecha llega hasta la portilla de los crampones.
 
Última parte del ascenso a la plaza del moro Almanzor

Cogimos esta última opción y escalamos por el estrecho corredor que por fin nos dejó en la portilla, desde donde se pueden contemplar increíbles vistas de la cara Sur del macizo de Gredos y la submeseta sur.

El escenario es sobrecogedor e inmensos bloques de piedra granítica te flanquean a izquierda y derecha. Delante un abismo y detrás el corredor vertical te dejan poco espacio para la movilidad. Tras beber unos  tragos y hacer unas fotos afrontamos la trepada final a la pirámide cimera, no sin antes darnos cuenta de que no éramos los primeros en la cima, sino que la pareja de maduritos junto con sus dos amigos que si parecían mucho más habituados a estas alturas ya estaban arriba. Subimos por un flanco que no es el mejor, pero ayudándonos de las manos llegamos hasta arriba sin mas complicaciones, cruzándonos por el camino al grupo mencionado. Habíamos alcanzado la principal meta del día y tan solo en 90 minutos ya que eran las 10 de la mañana.
 
Impresionantes moles pétreas en la cima
Admiramos las vistas en las 4 direcciones: al Norte, el circo con la laguna, al E los tres hermanitos y el Morezon, al Oeste, la Galana y la dupla Ameal de Pablos- Risco Moreno y al Sur, las estribaciones sur de Gredos con Candeleda y Madrigal al fondo.

Por debajo venía apretando otro grupo (de la Vera y que decían que llevaban viendo toda la vida el Almanzor y ese día por fin lo subían) así que descendimos con cuidado por la teórica vía de acceso a la cima. La trepada y posterior destrepada no es complicada, pero hay gente que se queda abajo al no querer arriesgar. Realmente las vistas son muy parecidas desde la portilla y es mejor no arriesgar si no te ves con fuerzas y confianza.
Como era muy pronto y estábamos bien de fuerzas, nos dirigimos a La Galana, el segundo pico más alto de la Sierra de Gredos y el sistema Central. Cresteando fuimos superando rocas y paramos a hacer un descanso mirando el Almanzor donde nos tomamos unas piezas de fruta y un poco de chocolate que nos hizo volver a estar en plenitud de condiciones. Siguiendo a lo lejos a los dos acompañantes de la pareja y que se dirigían también a La Galana, llegamos hasta el collado del Venteadero, dominado por los restos de un chozo de pastores.
 
Vistas del Almanzor desde el collado del Venteadero
En ese punto estás al pie del Canchal de la Galana que parece un pico sencillito de abordar. Cruzamos en canchal que comparado con el del Almanzor es un juego de niños y llegamos a una especie de antecima, pero que está separada de la cima real por una grieta profunda que hay que bajar y luego volver a subir. En ese preciso momento descendían los dos que nos precedían y que nos orientaron sobre cómo afrontar el destrepe y posterior trepada. Dejamos las mochilas en un hueco y bajamos poniendo toda nuestra atención. Trepamos por una grieta en la roca y progresamos por una repisa con vistas a la laguna Cimera de 5 lagunas. Mejor no mirar abajo si se tiene vértigo ya que la caída es importante. Rodeando la cima por la izquierda y haciendo caso omiso de una cuerda, llegamos a arriba en una última trepada. La cima es muy pequeña y muy aérea y no nos demoramos demasiado arriba, únicamente para hacer unas fotos del Ameal de Pablos, el Almanzor y las 5 lagunas. El destrepe nos pareció más sencillo que la subida y nos plantamos en las mochilas en un pis-pas. Decir que la subida final a La Galana es notablemente más complicada que la del Almanzor y que la trepada, a pesar de no ser complicada si asusta un poco por el precipicio al que te asomas.
 
Una laguna de las 5 desde La Galana
Como nos daba la impresión de que los dos montañeros que nos precedían sabían lo que hacían, les seguimos en contra de la opinión de Toñito, descendiendo por la grieta (Muesca de La Galana) que separa la antecima de la cima. Es una canal muy estrecha y que te obliga a destrepar en varias ocasiones y echar el culo a tierra pero que te ahorra bastante tiempo con respecto a la ruta normal que te obliga a bajar del canchal y tomar la canal de los Geógrafos. Una vez que salimos de la canal (como mola ponerlo en femenino, pareces mucho más montañero) rodeamos el Ameal de Pablo por la derecha y andando a ratos y destrepando a otros, bajamos por fin al camino que habíamos tomado a la subida. Nos lanzamos tras la búsqueda de la Charca Esmeralda que habíamos dejado a la izquierda en la subida y, subiendo innecesariamente un canchal, por fin llegamos con el resto de los dominguers que habían subido a comer a la charca. Nos pegamos un baño como Dios manda (Antoñito ejerciendo su papel de exhibicionista, ya que insistió en bañarse en calzones) y nos tomamos un bocata de jamón y chorizo bien majo rodeados de gañanes que no paraban de gritar. Pero todo nos daba igual ya que habíamos completado nuestra meta del día.
 
Los tres hermanitos y el perro que fuma

Con los músculos un poco jodidos por el enfriamiento del baño, volvimos al refugio donde pagamos, recogimos los bártulos y estuvimos charlando con Alicia y Ana, que, aún siendo la primera experiencia en montaña de esta última, habían conseguido subir hasta la portilla del crampón. ¡Olé por ellas! No teníamos mucho más que hacer allí así que tras conversar con algún que otro montañero pro y recibir unos consejos sobre el Aneto y el Monte Perdido, emprendimos la subida a los Barrerones que, como ya nos habían avisado, se hizo larga. A una muy buena velocidad que marcaba Antoñito fuimos dejando atrás grupos de dominguers y no tan dominguers hasta que llegamos al mirador. Allí, a Toño se le piró la pinza y echó a correr y yo me quedé atrás hasta encontrarme con los dos que subieron a La Galana antes que nosotros. Eran majetes y conversando con ellos llegué hasta La Plataforma, donde Ant me estaba esperando con una buena cerveza. Tras felicitar a la maja de mi novia por su cumpleaños y ver que no se había mosqueado por mi tardanza debida a la falta de cobertura, nos montamos en el coche y emprendimos el regreso a Madrid pasando muy cerca de un incendio que amenazaba la preciosa zona de Navarrevisca, pueblo amo donde los haya mientras pensábamos que el siguiente reto del C.A.R.A. tras atacar el Aneto sería volver al Almanzor en invierno con los crampones y el Piolet.

No hay límites para el C.A.R.A., como bien podéis comprobar, queridos amigos.

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