viernes, 2 de septiembre de 2011

Singapur - Malasia - Indonesia Día 6


27 de Julio: A todo Gas en Yogyakarta. El bautizo motero de Jimbo Stoner

Joder, ¡qué bien nos vino no madrugar un día! Y eso que el zumbado de Lucas nos despertó no muy amistosamente con golpes en la puerta 5 minutos antes de lo acordado, hecho que a Jorge no le sentó nada bien. Bajamos a desayunar y nos encontramos con un completo desayuno de nasi goreng, mie goreng, tortilla, frutas y tostadas del que dimos buena cuenta. ¿Y ahora qué hacemos? Fue la pregunta que nos hicimos. Y empezó a planear sobre nuestras cabezas la idea de alquilar motos: Lucas con villa de paquete, Nova con Dueñas de paquete y…yo. No había cogido una moto en mi vida y el tráfico de la ciudad era todo menos amable, pero, creyéndome un intrépido piloto le eché 2 huevos y acepté, con Lucas apostando en mi contra y Villa y Dueñas desaconsejándomelo fervientemente. 
 
Nuestro Hotel: Duta Guest House
 Así pues miramos un par de sitios de alquiler de motos, buscándolas automáticas claro y nos decidimos por unas Honda Vario que parecían una bici con motor. Nova ya me avisó que sólo tenía un truco, cuando frenaras, tener cuidado de no acelerar a la vez, porque sino aquello no frena. Con el casco en la cabeza y unas clases básicas concentradas en dos frases: “Se enciende así y se frena aquí”, hice una primera prueba. Y cometí el único error que se puede cometer y ante el que estaba avisado: frenar y acelerar a la vez. Afortunadamente pude controlar la frenada pero el tío de la tienda me miró con cara de: “Acabo de perder una moto”. Pese a estos presagios, le cogí el truco rapidillo y arranqué siguiendo a Nova hacia la gasolinera más cercana donde llenamos el depósito con 2 euros por moto. Ya con Lucas y Villa, nos dirigimos hacia el palacio del sultán esquivando a los coches mientras que íbamos cogiendo el truco a las motingas. Las fotos las hacia el periodista de guerra Pablo Dueñas, que centraba su objetivo en el novel Jaime y en los dos con apariencia de gayers, Lucas y Villa.
 
Palacio de agua. Esto es lo más chulo que hay que ver en Yogya
El palacio del sultán estaba en una plaza – descampado bastante desangelada por lo que optamos por no entrar y dirigirnos al Taman Sari, el palacio del agua, donde el sultán se bañaba y elegía concubina para ese día. Un crack el sultán vamos. La visita no era gran cosa, sinceramente así que volvimos a coger las motos y pasamos por delante del mercado de pájaros de la ciudad y fuimos hacia la calle principal Jl Marlboro, donde se sucede algún monumento con centros comerciales un poco tercermundistas. Éramos los únicos occidentales con la moto en el tráfico de Yogya y la gente nos miraba con curiosidad y simpatía. Dueñas dirigía a la expedición mientras que con una mano grababa video y tomaba fotos de todos y todo arriesgando su vida ya que estaba a merced de los tirones de Nova.
 
Dos trollers en moto

Tras una vuelta bastante larga para ver la ciudad, volvimos al hotel donde nos tiramos en la piscina con unas bebidas y por fin, disfrutando del verano. (Day 6, gritaba insistentemente Villamor, para el que el verano si chapuzón no tiene sentido. Aún le quedaban unos cuantos días para la playa…). Bien relajados y fresquitos, salimos del hotel para comer en algún sitio, y la guía recomendaba el restaurante Via-Via, donde hubo las primeras bajas de la comida indonesia y empezó el carrusel de sándwiches de pollo y hamburguesas. 
 
Hay que decir que en Yogyakarta hacía mucho menos calor que en Malasia y Singapur. Hacía calor para bañarse pero no la criminal humedad que habíamos sufrido en los otros dos países. Un clima fenomenal que disfrutaríamos en toda Indonesia. Después de comer, contratamos finalmente la excursión a los volcanes por algo menos de 50€ por cabeza y nos metimos a un cibercafé para ver si podíamos cerrar algún que otro hotel. Lucas tiró de teléfono de empresa y conseguimos reservar unas habitaciones para tres noches en las islas Gili guiándonos por unas guías de María V. Lulú, la amiga de Dueñas, no consiguió ningún alojamiento satisfactorio, con lo que, con todo el dolor de nuestro corazón, pasamos de ella agradeciéndole las molestias tomadas. Más tranquilos por tener ya algo de alojamiento, el grupo se dividió: Dueño, Lucas y Villa se fueron al hotel a gatunear mientras que Nova y yo cogimos las motos de nuevo y nos fuimos a dar una vuelta. Sin Dueño como GPS, deambulamos hasta llegar a la plaza del palacio del sultán, que estaba muy animada, con rickshaws iluminados con luces de neón y locales haciendo picnic en la plaza, mientras que gente iba ofreciendo bebidas. Hicimos unas fotos y salimos de la plaza. Nova, en vez de volver al hotel por calle grandes decidió tomar un atajo, que nos llevó por callejones muy estrechos y oscuros durante un rato hasta que salimos a una calle donde vimos restaurantes con parrillas donde asaban alimentos que por el momento no veíamos pero que olían bien.
 
Son sus costumbres y hay que respetarlas
 De vuelta al hotel, nos dimos otro baño en la piscina mientras que nos invitaban a una empanadilla de atún y un té. Bueno, la de Lucas era de mejillones, o eso le dijo Villamor después de comerse su ración y la de Lucas. Salimos a cenar hacia las parrillas esas que habíamos visto en la calle y descubrimos que era una sitio mezcla chino y mezcla parrilla indonesia. El único que se atrevió con el pescado fui yo, que descubrí que las carpas del estanque del retiro se pueden comer. El resto optó por el más clásico nasi goreng y ayam goreng (arroz y pollo frito) con un cumi – cumi (léase Chumi-chumi) o calamar escuchimizado que estaba bueno. Nos ayudó un tipo indonesio que había estado en Valencia, porque no teníamos ni idea de que pedir y el nos aconsejó amablemente. Después de cenar, nos tomamos una cervecita cerca del hotel, mientras que escribíamos algún correo al resto del grupo que se había quedado guardando el barrio en Madrid. Y de este modo, descansados y listos para más aventuras, nos acostamos sin saber que al día siguiente nos esperaba una palizón de los que hacen época. Empezaba la ruta de los volcanes.

1 comentario:

  1. A pesar de mis recomendaciones en contra, ni un viso de arrepentimiento a las motacas por Yogya. Ni siquiera cuando en el descampado (campo de césped según el mapa) el muecín incitaba a sus fieles a robarnos las motos y dejarnos en pelotas.

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