miércoles, 28 de septiembre de 2011

Singapur - Malasia - Indonesia Día 15

5 de Agosto: Kuta: nido de surferos y de vida nocturna poco glamourosa

Kuta beach
Bueno, pues nada, se acababan los días de relax playero y comenzábamos la aburrida vuelta hacia atrás para coger el vuelo a Madrid. Nos invadía una sensación de fin de viaje que, aunque no era cierta ya que quedaban cosas por ver y hacer, no pudimos evitar. La mañana comenzaba con bajona, pues las tortitas tenían que ser de piña, ya que el plátano se había acabado. Hicimos las mochilas de nuevo después de 3 días y con la sonrisa permanente de la dueña del hotel (no así la de su marido que era bastante antipático) hicimos el check out y nos acercamos hasta el muelle, o mejor dicho la playa donde nos dejó nuestro barco a la ida y desde donde zarparía hacia Bali. Cambiamos el ticket por los 5 billetes y nos dispusimos a esperar a que llegara el barco para subirnos a bordo. Al lado de otro grupo de españoles, vimos como llegaban barcos con mercancía y los locales bajaban de su pueblo en medio de la isla con los carros tirados por caballos enanos para cargarla y llevarla a los hoteles y restaurantes. Vaya coñazo de vida la del gili-caballo. Nova había pasado su primera noche toledana “shitting fire all the way down” y estaba muy débil, en lo que fue el primer día de su enfermedad, que ya arrastraría hasta Madrid.

Con el debido retraso indonesio, el barco al fin llegó y dejamos nuestro equipaje para que lo cargaran a bordo. Hablamos con las españolas mañas para descubrir que ellas se lo habían pasado de puta madre los tres días ya que habían tomado “magic mushrooms” las tres noches y luego habían hecho la tijera (esto no puedo asegurarlo pero estaba bastante claro). Lucas hizo el aguililla como acostumbra y se montó en los asientos de “business” en la parte delantera del barco mientras que los otros 4 nos sentamos en la parte de atrás con la plebe. En un principio parecía que íbamos a ir más anchos que en la ida, pero cuando el barco paró en Lombok, recogió más pasajeros (entre ellos un surfero con su novia excepcionalmente guapa) y volvimos a ir igual de petados que en la ida. El calor seguía siendo muy incómodo pero no apareció el temido mareo y hasta Villa y yo pudimos ir leyendo tranquilamente. La horita y pico de trayecto pasó lentamente y al final divisamos las costas de Bali, ya acercándonos a Padang Bai. Desembarcamos y esperamos a que nos diesen las mochilas en el puesto de la compañía de ferries, mientras que mujeres locales nos ofrecían insistentemente sarongs, comida y bebida, no dándose por vencidas a la primera sino que cada 5 minutos volvían y te volvían a preguntar, por si habías cambiado de opinión en ese tiempo. Padang Bai es una población que vive de las gentes que cogen los ferries hasta Lombok y las Gilis, y realmente parece no tener nada salvo un par de playas buceables según la guía.

El ticket de ferry incluía un traslado hasta donde quisiéramos y elegimos Kuta, por ser la localidad más cercana al aeropuerto ya que teníamos que coger un vuelo a la mañana siguiente a las 06:00 y cuanto más cerca estuviéramos mejor. Así que acompañados por una familia de alemanes que nos quitaron la fila de atrás de una manera muy sucia, hicimos el trayecto por las caóticas carreteras de la isla atravesando las zonas más urbanizadas. Llegamos a Kuta, donde, casualidades de la vida nos dejaron justo al lado del McDonalds y claro, no era plan de desaprovechar la oportunidad. Me habían hablado cosas horribles de Kuta y las había leído aún peores. No distaba demasiado de la realidad: australianos jovencitos por todos lados y puestos de souvenirs baratos flanqueando las callejuelas todo ello rodeado de franquicias de comida rápida y tiendas de surf. Es decir, nada que no haya en otros doscientos sitios en el mundo. En mi opinión, venir a Bali y alojarse aquí es una completa estupidez que sólo tiene sentido si al día siguiente coges un avión temprano, que era nuestro caso.

Tras disfrutar de unas hamburguesas (más que nada para mimetizarnos con el ambiente) con música a todo volumen, Nova y Dueño se quedaron en la terraza del Mac (Nova no estaba para muchos trotes) y Villa, Lucas y yo fuimos a buscar alojamiento, que aún no habíamos cogido nada. Internándonos por las callejuelas de detrás de la vía principal que da acceso a la playa había multitud de hostales, unos con peor y otros con mejor pinta pero mayoritariamente sin agua caliente. Al final de un recodo, en un callejón apartado encontramos un sitio agradable con piscina y jardíncito, en el que las habitaciones no estaban mal y contaban con agua caliente. El precio muy asumible nos decidió a quedarnos y volvimos a por Dueño y Jorge y con las maletas nos instalamos definitivamente. El plan inicial de Jorge y mío era coger unas motos e ir hacia el templo Ulu Watu, un templo que no quedaba lejos y que habíamos dejado expresamente para este día en Kuta. Sin embargo, Nova se borró de este y de cualquier otro plan, ya que sólo pensaba en dormir debido al malestar general en el que se encontraba. Yo solo no iba a alquilar una moto e irme, con lo que me uní al grupo de Villa, Lucas y Dueño.

Lo único interesante de Kuta es su playa, así que nos pusimos un bañador, chanclas y gafas de sol y, atravesando la Puppies Lane, callejuela llena de puestos de souvenirs, entramos en la playa que, todo hay que decirlo, es cojonuda. Se extiende hasta donde alcanza la vista, tiene gran anchura y en ese momento de la tarde la marea estaba muy baja, dejando al descubierto una amplia franja de arena húmeda que invitaba a dar un paseo. Está llena de gente haciendo surf, en especial de gente aprendiendo a hacer surf, pero no se ve a mucha gente bañándose.

Surfers en Kuta
Nos dimos una vuelta en dirección norte durante un largo rato, algo más de una hora, mientras que disfrutábamos del sol y de las peripecias de los surferos. Esquivando las pocas medusas que yacían en la arena nos surgió la idea de llegar al KuDeTa para ver la puesta de sol, que María V. nos había recomendado, y que estaba en la playa de Seminyak, que realmente es la continuación de la de Kuta. Preguntando llegamos hasta el garito, que decorado al estilo balinés, es un local occidental en medio de una isla indonesia (con precios occidentales). Nos dejaron pasar pese a nuestras pintas playeras y nos hicimos un hueco en la terraza exterior donde disfrutamos de unos caros mojitos viendo la puesta de sol, algo deslucida por alguna nube baja en el horizonte. Ni rastro de locales y si de extranjeros forrados, así que nos hicimos unas fotos y salimos al exterior a coger un taxi que nos devolviese al hotel. Durante el trayecto pudimos ver que, mientras que Kuta es la cutrez, Seminyak es el lujo y la privacidad. Sigue sin verse el Bali del interior, pero al menos no estás metido en la masa y la depravación. Si alguien se ve obligado a alojarse en el sur, que venga aquí.
Puesta de sol desde el Ku De Ta
Kuta Beach
Llegamos al hotel y Dueño y yo fuimos a comprar algunos regalos que teníamos pendientes. Algo compramos, pero los vendedores no paraban de agobiarnos con lo que duramos menos de lo que teníamos pensado. Casi en el hotel compré, después de uno de mis mejores regateos unas gafas a un precio irrisiorio, cosa normal si tenemos en cuenta que el cristal debe ser de una calidad lamentable. Al llegar nos encontramos con Nova, que se había echado una gran siesta y había dado una vuelta para comprar souvenirs, los cuales tachó de “gran mierda”. Nos duchamos y vimos un poco TVE por primera vez en el viaje, contratamos el taxi y salimos a cenar en nuestra última noche en Bali. Los restaurantes eran completamente occidentales y encontrar un sitio que no fuese de comida rápida era todo un reto. Al final nos decidimos por un sitio cercano al hotel de comida mezcla de indonesia y occidental, pero resultó que se les había acabado el arroz, con lo que la comida local se veía muy mermada. Dueño y yo nos decidimos por el último mie goreng del viaje y el ya famoso sándwich de pollo indonesio hizo las delicias de los otros 3. El sitio tenía una pantalla gigante en la que estaban poniendo infiltrados y cuando ya estaba acabando la peli, nos levantamos de la mesa. Nova no se sentía con fuerzas para hacer nada y se retiró al hotel a descansar y a ver si se le pasaba lo que fuese que le ocurría a su tripa y el resto salimos a dar una vuelta a descubrir la famosa vida nocturna de Kuta.

Teníamos que recorrer una calle estrecha donde ya vimos la sordidez de la zona, madres con niños pequeños mendigaban a ambos lado de la calle, cosa que no habíamos visto aún en todo el país. Al llegar a la calle principal giramos a la izquierda y cada local que nos cruzábamos nos ofrecía droga en forma de pequeñas papelinas. Qué droga era no tengo ni idea, pero de todas maneras parece demasiado riesgo en un país en el que el tráfico está penado con la muerte. Entre camello y camello se aposentaban las putas, y los letreros rojos de algunos locales y las chicas bailando ligeritas de ropa dejaban bien claro el turista tipo que frecuenta la zona. Un poco acojonados por el ambiente, entramos en un bar que parecía tranquilo en medio de 4 o 5 discotecas con la música a todo volumen. Tomamos unos mojitos rodeados de occidentales mayores acompañados por locales de edad muy inferior a la suya y grupos de australianos rollo yanqui. Tras una media horita, concluimos que aquello no nos molaba nada y anduvimos 300 metros y entramos a una discoteca únicamente para ver cómo era. Nada que no hubiéramos visto ya: la primera planta de música anglosajona en vivo y en las siguientes, música electrónica a todo volumen. Con bastantes pocas ganas de quedarnos bajamos a la planta baja con la intención de salir e irnos pero nos lo impidieron los empleados del garito, conminándonos a que consumiésemos. Tras escabullirnos huimos aterrados mientras que unos jovenzuelos sacaban a un amigo con un pedo escandaloso. De camino a casa, cabizbajos tras comprobar que Kuta no estaba hecho para nosotros (menos para Dueñas, que insistía en quedarse) nos cruzamos con otro grupo de locales que nos ofrecían “Young girls”. Este hecho y las mujeres de vida disoluta que directamente te agarraban del brazo fueron la puntilla y aceleramos el paso de camino al hotel. Una vez allí, pusimos el despertador para las 3 y pico de la mañana y con un poco de Españoles por el Mundo nos sobamos.

1 comentario:

  1. Como bien dices grandes contrastes en Bali. La playa de Kuta, Legian, Seminyak está bastante bien, pero para hacer vida en Bali me quedo con Ubud o el interior de la isla. Una pena no visitar la península de Nusa Dua...

    Creo que nuestra mayor discrepancia del viaje es la vida nocturna. Deberían luchar contra el ambiente sórdido de drogas y prostitutas, y especialmente contra los repugnantes ofrecimientos de "young girls", pero creo que se puede salir y divertirte ignorando estos temas.

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